I. el Mago

Nos conocemos desde siempre, el Mago y yo: en nuestros caminos (de ilusiones) nos encontramos ya miles y miles de veces.
El Mago tiene mil nombres, mil caras – pero siempre los mismos ojos. El Mago es ciego: un espejo oscuro y distorcionado, sus reflexiones frágiles y transparentes.
El Mago tiene mil nombres, mil caras – el Mago no existe sino en mis sueños.
Eres el Mago – pero te quise soñar y no aparecías; y hubo un momento, debajo de las hojas de nuestra histora, que no te ví. Que, si sólo por una fracción de segundo, me ví a mí misma en tus sueños.
Eres el Mago, que Mago te hice yo.
¿Me ves?

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Quería contarte que me encontré con el Mago; que era persona como yo. Quería contarlo, y me quedé sin palabras; y el Mago volvió a su tierra – desaparcido, ya no sé si existió; si me reflejaba él o lo reflejaba yo.

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